AlfaBetaRETRO: Defender of the Crown - Destino de caballero

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Cinemaware se labró un nombre en el desarrollo de juegos para Amiga pese a tocar varios sistemas de 16 y de 8 bits, pero su concepto de juegos cinematográficos era la verdadera carta de presentación de esta compañía, que quería darle un giro a la manera en que se concebían los videojuegos. Hasta entonces, el software interactivo era bastante directo en sus propuestas, los juegos eran hasta demasiado similares entre sí, y solo géneros de nicho se atrevían a traspasar ciertos límites.

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Los juegos de estrategia no estaban entre los favoritos del público mayoritario, esto es bastante cierto. Pero la aparición de Defender of the Crown iba a hacer que no pocos usuarios del Commodore Amiga se estrenaran en las lides estratégicas y descubrieran un género que iba a dejarse ver más veces en este ordenador. Aunque eso sí, salpimentado con un poquito de otros géneros, una jugabilidad tan sencilla como manejarse a golpe de clic y la ambientación de la Inglaterra feudal, tradicionalmente una de las más evocadoras.

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Estamos en el año 1149 y se avecinan tiempos oscuros para Bretaña. El rey ha vuelto de Tierra Santa y ha otorgado tierras a seis de los valientes caballeros que le han ayudado en combate contra los infieles en las cruzadas. Sin embargo, a la muerte del monarca, las tierras bretonas quedan fragmentadas con los terratenientes sajones batallando entre sí y ante la amenaza del invasor normando de allende el mar. Es menester que un nuevo líder surja y unifique los ejércitos y las tierras de la Bretaña bajo su liderazgo.

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Qué poco se valoró a la estrategia como género en los años ochenta. Es que estábamos a otras cosas, qué le vamos a hacer. El público de videojuegos aún era joven, y los más creciditos a quienes iban dirigidos estos juegos más sesudos, prestaban más atención por lo general a otros menesteres más “de mayores”. Estábamos muy verdes para poder ver que tras esas interfaces de menús, esa carencia de acción intensa y frenética o de esa aparente complicación (o no tan aparente, porque había manuales de instrucciones, cuando eso aún existía, que daba gloria verlos) se escondían experiencias amparadas en un tema específico que a poco que uno les entrara al trapo le podían dejar huella.

Defender of the Crown es un ejemplo de los más válidos, pero ni mucho menos el único, y de esto Julian Gollop, el creador de X-COM: Enemy Unknown, también sabe lo suyo. Así como sus geniales Laser Squad y Rebelstar fueron justamente elogiados, pero no estaban tan en boca de todos como los arcades de moda, otros juegos de corte estratégico, o hasta de rol, palidecían ante la oferta de diversión rápida y directa a la yugular que demandaba el público. Para sorpresa de éste, el primer titulo de Cinemaware para el Commodore Amiga ****sí se coló entre este selecto grupo de videojuegos para la historia y de títulos que adornan infancias.

De Cinemaware hemos hablado alguna vez. Son los desarrolladores de It Came From The Desert, otro juego de culto, o de Rocket Ranger, una aventura pulp claramente destilada de Rocketeer. Y son muy representativos de su idea de juego. Aventuras que fueran el equivalente al videojuego a una superproducción de Hollywood. Y con los temas más clásicos, como son en este caso las historias de espadachines ambientadas en la Edad Media y en la Bretaña medieval. Defender of the Crown tiene un aroma a películas de caballería, de esas en las que Douglas Fairbanks se colgaba de lámparas y luchaba con sonrisa impecable a golpe de sable como el que libra una pelea de almohadas, y al mismo tiempo hace sentir al jugador que tiene en sus manos el destino de un reino.

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En Defender of the Crown escogemos entre uno de cuatro caballeros al que encarnaremos y en cuyo nombre lucharemos contra el resto de fuerzas que guerrean por Bretaña como si no hubiera un mañana. La elección no es baladí, y es que cada uno de ellos, Wilfred de Ivanhoe, Cedrid de Rotherwood, Geoffrey Longsword y Wolfric el Salvaje, son más o menos duchos según el caso en tres áreas: liderazgo, justas y esgrima. Elige bien porque todas tienen peso, aunque puede elegir cómo proceder en favor de unas por encima de otras.

Cada turno de juego presenta, después de recibir ingresos en función de las tierras controladas, diversas opciones que pasan por reclutar nuevos efectivos y catapultas para el ejército, dividir éste en batallones y desplazarlos por las regiones colindantes sin descuidar una parte que proteja el castillo principal, pues si cae será nuestro fin, por supuesto invadir tierras vecinas y batallar por ellas, asaltar castillos rivales y saquear su oro o celebrar justas en las que podremos poner en juego nuestra reputación o directamente nuestras tierras, para así poder ganar influencia o territorios.

Y es la justa quizá la imagen más recordada de Defender of the Crown. Un minijuego en el que debemos derribar del caballo a nuestro adversario y luego enzarzarnos en un cruento combate a mazazos. Es el pantallazo más famoso del juego y quizá el más visto en su época, pero hay más. También tendremos que luchar a espada en las incursiones mientras nuestros hombres contienen a las milicias rivales. Y hasta en determinados momentos se nos presenta la opción de rescatar a alguna dama en apuros raptada por el pérfido enemigo normando. Si la operación tiene éxito, se nos concederá su mano y la unificación estará un paso más cerca.

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Defender of the Crown es uno de esos juegos que hay que probar al menos una vez porque es un verdadero clásico. Y este es de los que, aunque el tiempo ha pasado, siguen asomando la cabeza. De hecho recientemente hubo reediciones para dispositivos móviles, y en GOG puede encontrarse una versión para PC. Ahora bien, no es nuevo que Defender of the Crown tenga ports, pues ya en su momento y pese a que la versión más famosa es la de Amiga, se vio también en MS-DOS, Atari ST, Commodore 64, Spectrum, Amstrad, Apple II, NES, y ojo que vienen curvas, Amiga CD, el fallido CD-i, Windows, ordenadores Macinstosh y hasta Game Boy Advance. Esto siempre quiere decir algo, y aunque el género haya evolucionado a pasos agigantados y Defender of the Crown pueda verse como algo primitivo, su profundidad y originalidad para la época es algo que no tiene fecha de caducidad. Que los clásicos lo son por algo, voto a bríos.

Juan Elías Fernández

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