AlfaBetaRETRO: Target: Renegade - Perros callejeros

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"Lo de dar guantazos es un esquema sintético que conviene utilizar poco, y utilizarlo bien". Esta máxima que enuncia la película Amanece que no es poco viene pintiparada para definir lo que eran los albores del género beat'em up, el de peleas, el las tortas con sonido a madera reseca quebrándose. El que inició a muchos a través, principalmente, de dos de las obras magnas de Yoshihisa Kishimoto, una directa y otra indirecta. La directa fue Double Dragon, el gran juego de Kishimoto para Technos que le dio el imperio de los salones recreativos.

El otro juego, decíamos que es indirecto porque la creación de Kishimoto fue Kunio-kun, el macarra de instituto japonés de recio tupé y fuertes puños que se lo ponía en román paladino a los jefes de bandas que osaban zurrar la badana a su sufrido colega. Y es indirecto porque Renegade, en realidad, lava la cara de esta historia estudiantil de amistad y masacre y la convierte en los peores días que ha visto amanecer el Bronx. Taito se quedó con esta marca, y aunque Technos decidió tirar las andaduras de Kunio-kun por otros derroteros, incluso deportivos, Renegade sí llegó a conocer secuelas. No en los arcades, pero sí en los ordenadores personales. Y la NES.

Target: Renegade viene de Imagine Software, desarrolladora británica que fue usada por la mítica Ocean como un sello subsidiario durante los 80, y de hecho en este juego hay huella de alguno de los desarrolladores que luego se encargaron de Batman: The Movie. Pero dejando de lado al Caballero Oscuro, estamos ante una epopeya de un héroe urbano que atiza casi tan fuerte como Bruce Wayne. Y esto, en la intimidad del hogar, anhelando esas partidas a Double Dragon, era un excelente sustituto.

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Matt, el hermano del justiciero local conocido simplemente como "El Renegado" (nada que ver con la serie de Lorenzo Lamas) ha metido las narices donde no debía al investigar a Mr. Big, el rey del crimen de la zona. Ahora, el pobre Matt duerme con los peces y su hermano (o hermanos si jugamos a dobles) clama venganza. En la versión de NES, sin embargo, Matt no ha sido asesinado sino solo secuestrado. En cualquiera de los casos, el justiciero ha de atravesar varias zonas de los bajos fondos de la ciudad para dar con el local de Mr. Big y luchar a muerte.

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Pregúntale a cualquier jugón veterano del país por Target: Renegade y si ya sopla cuarenta velas o más en sus aniversarios, seguramente puedas apreciar el momento en que una dulce, dulce y amorosa lágrima se forma en sus ojos por los recuerdos. Este juego, ahí donde lo ves ahora, fue una institución en su tiempo, y a modo más particular, uno de los mejores juegos que honraron al microordenador Amstrad CPC, y eso es decir bastante. No hay que olvidar que hablamos del año 1988 y que los juegos de acción son lo que prima. Los run and gun especialmente, juegos de avanzar y disparar, pero el propinar puñetazos y patadas, a poder ser voladoras, es algo muy agradecido.

Y Target: Renegade cubre esa vertiente de sobras, teniendo en cuenta las limitaciones con las que estamos tratando en los microordenadores de 8 bits. No hay más que echar un vistazo a posteriores conversiones de recreativas como el mencionado Double Dragon, o si quieres conocer el rostro del horror, Final Fight. Este título de Imagine llegó antes e hizo lo suyo mejor en estos sistemas. Dentro de sus posibilidades, claro está. Target: Renegade permite hacer frente a lo largo de cinco niveles a oleadas de enemigos pero con organización, siempre con organización. No más de tres a la vez en pantalla y solo de dos tipos (tres en cierto momento gracias a la magia del recoloreado) por zona. Sorprendentemente, el juego se las apaña para hacer que esto, al jugador, no le importe.

Principalmente porque no es que hubiera muchas otras opciones en aquel entonces, pero también en muy buena parte por la jugabilidad de un juego que a día de hoy se sigue pudiendo recuperar en los CPC o los Spectrum que aún sobrevivan 30 años después y disfrutar como el primer día. El protagonista puede, en virtud de la combinación de las direcciones con el botón de disparo, lanzar puñetazos, patadas traseras o la mejor técnica de ataque de los años 80, la sacrosanta patada voladora, la solución para todo. Y es que realmente es una de las mejores y más socorridas opciones del juego para dar buena cuenta de los enemigos, que no dudan en venir en grupo y rodearnos. Menos ortodoxas y más sucias son las técnicas de agarrar a los enemigos y machacar a rodillazos sus partes nobles o rematarlos a puñetazos en el rostro mientras están en el suelo. En la guerra y en las calles todo vale.

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Por su parte, los enemigos no se comportan todos exactamente igual, aunque los primeros ejemplares, unos moteros y unos tipos melenudos con gafas de sol que nos acechan en un parking de varias plantas, sí parecen cortados por el mismo patrón. En cambio, en la segunda fase nos darán la bienvenida unas meretrices de vida alegre que, precisamente, gustarán de aplicar ese severo correctivo rodillero en la zona testicular a la primeras de cambio, mientras un proxeneta aparece de improviso y dispara con letales efectos para quien pille enfrente hasta quedarse sin balas. La cruda fauna de las barrios bajos prosigue con skinheads propensos a dar cabezazos y tipos vestidos al estilo paramilitar en un parque para luego pasar a una barriada poblada de lo que parecen ser universitarios de fraternidad con un sombrerito un tanto ridículo... y bulldogs de dolorosa dentellada. Finalmente, daremos con el local de Mr. Big donde sus camareros de tamaño armario ropero nos darán una contundente bienvenida antes de que el fornido Big, que hace honor a su nombre, nos de la batalla final.

En cada nivel, y esto es una funcionalidad que por entonces era muy destacable, podemos encontrar un arma que blandir contra los malutos. Un martillo en el parking, una cadena en el callejón de las señoritas de vida disoluta, un garrote en el parque, un ladrillo arrojadizo en la calle de los recreativos y un palo de billar en el bar. El arma solo la soltaremos si recibimos golpes o si nos sentamos a rematar a un enemigo caído, y su uso es ilimitado. Ahora bien, en Target: Renegade conviene no quedarse quieto mucho rato, porque si nos ganan la espalda, recibir un tortazo y quedar paralizado puede ser fatal, especialmente a partir del nivel cuatro.

Y esto lleva al punto fuerte de Target: Renegade, y es la posibilidad de jugar a dobles en un mismo ordenador. Algo de lo que el que abajo firma tiene muy gratos recuerdos de su época de imberbe jugador, y que supuso varias tardes codo con codo con un amigo de peleas barriobajeras, apoyando y siendo apoyado por el camarada ante el acoso de los bribones. Son preciados recuerdos que también tienen un buen número de jugadores de la época que dieron con este juego y que acaban asomando cuando el título de Imagine sale a colación. Porque el juego, con sus limitaciones y todo, era muy divertido de jugar. Ahora, claro, está más que superado y se le ven las costuras en cuestión de segundos, pero en 1988, una tarde de Target: Renegade era un planazo que no se iba tanto de echar una partida a dobles a Double Dragon. Aunque claro, con 10 duros en el bolsillo, una cosa tampoco quita la otra...

Juan Elías Fernández

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