Análisis de Oninaki - ¿A la tercera va la vencida?

Análisis de Oninaki - ¿A la tercera va la vencida?

Después de lanzar I am Setsuna y Lost Sphear, Tokyo RPG Factory vuelve a la carga y nos presenta Oninaki, su nueva apuesta de rol y acción japonés. El título llega a PC, PlayStation 4 y Nintendo Switch con la intención de conquistar a los amantes de la vertiente más clásica del género. Hemos saltado entre el mundo de los vivos y el de los muertos y queremos contarnos qué nos ha parecido este viaje.

¿Crees en la reencarnación?

Desde luego, los habitantes del mundo de Oninaki, sí. Eso sí, la creencia en la reencarnación de sus gentes es tal, que incluso su funcionamiento está repleto de matices. Para empezar, tanto la persona que muere como sus allegados deben estar libres de pensamientos negativos como la depresión o el sentimiento de culpa. Además, para completar la reencarnación es necesario atravesar el velo, una especie de dimensión oscura en la que solo los seres fallecidos pueden estar... aunque nosotros también podemos. Porque somos un Vigilante —llamado Kagachi— y nuestra labor no es otra que ayudar a esas personas a cruzar la zona de los muertos con la intención de alcanzar su meta.

Si durante el proceso una persona se ve afectada por esos pensamientos negativos, existe el riesgo de que se vea condenada a quedarse en el velo de manera permanente. Y este lugar, como no podía ser de otra forma, es muy peligroso. Pero no solo lo es para las personas perdidas; también para nosotros, de ahí que los Vigilantes sean luchadores especializados en lidiar con todo tipo de criaturas de difícil descripción. Oninaki parte de una premisa muy atractiva y hay que decir que el desarrollo de la historia depara muchas sorpresas y un interesante —y necesario— mensaje, ya que se tocan temas como la culpa, el suicidio, la agonía o la desesperación, entre otros males que, lamentablemente, a veces nos toca experimentar en nuestras carnes.

Oninaki

Clasicismo entre luces y sombras

El título de Tokyo RPG Factory ofrece, en esencia, todo lo que podemos esperar de un videojuego de rol japonés. Asimismo, hay que decir que en esta ocasión han decidido desmarcarse de lo visto en I am Setsuna y Lost Spear, especialmente en lo que al sistema de combate se refiere. Atrás quedaron los clásicos turnos para apostar por una fórmula mucho más enfocada a la acción pura y dura.

Para empezar, hay que destacar la ingente cantidad de enemigos a los que nos toca hacer frente; hordas que se suceden sin descanso y que nos esperan en prácticamente cualquier lugar al que decidamos ir. Es muy fácil aprender a jugar, pero no tanto llegar a dominarlo. Y es que, si bien es cierto que para luchar basta con el uso de dos botones, la entrada en escena de los Daemons dotan al título de una mayor profundidad, especialmente si apostamos por un nivel de dificultad normal o superior y, sobre todo, cuando nos disponemos a enfrentarnos a un jefe final.

Oninaki

Estos Daemons funcionan de una forma similar a los Blades de Xenoblade Chronicles 2, ya que se trata de una serie de entidades muy poderosas que actúan como un fiel compañero en el campo de batalla y nuestra relación —afinidad— con ellas se ve reflejada en las aptitudes de cara a la refriega. Cuando tenemos la barra de habilidad al máximo, podemos unir las fuerzas y realizar devastadores ataques conjuntos. Además, estos aliados cuentan con su propio árbol de habilidades y también luchan por nosotros cuando necesitamos ese respiro que nos permite curar nuestra salud o salir de una situación delicada.

Oninaki

En líneas generales, los combates son divertidos, pero se repiten en exceso. No habría estado de más un poco más de inspiración en los diseños y patrones de movimiento de los enemigos, en lugar de apostar por hacernos luchar una y mil veces contra grupos numerosos del mismo tipo. Además, la acción se antoja un tanto lenta para un juego de estas características y esto da lugar a que las batallas terminen cansando un poco a largo plazo. En este sentido, Oninaki se ve lastrado por lo mismo que I am Setsuna y Lost Sphear: sus combates están bien, pero no terminan de convertirse en la piedra angular que todos esperamos cuando nos ponemos a los mandos de un JRPG.

Por lo demás, lo cierto es que no hay nada en lo que Oninaki destaque especialmente. En nuestro país, el juego llega íntegramente en inglés —con la opción de seleccionar voces japonesas—, las mecánicas de exploración no aprovechan el potencial que prometía el hecho de poder saltar entre dimensiones y el contenido adicional no es capaz de prolongar la duración más allá de las veinte horas aproximadas. Es cierto que tanto la historia como el apartado audiovisual están a la altura y pueden ser motivos más que suficientes para que un fan del género apueste por él, pero, la suma de los elementos que conforman lo nuevo de Tokyo RPG Factory termina dando lugar a un conjunto interesante, pero sin brillo.

Necesita mejorar

El caso de Tokyo RPG Factory es muy particular: hay buenas ideas y el estudio está formado por creativos talentosos, pero, por alguna razón, sus propuestas no terminan de ofrecer algo contundente capaz de situarse a la altura de las grandes obras que el género lleva dándonos tanto tiempo. Los dos títulos anteriores eran correctos, pero pecaban de simples y no terminaban de explotar las interesantes ideas que proponían. Oninaki no se aleja demasiado de ellos; como JRPG puede convencer a los aficionados del género, pero, asimismo, dejarles un sabor agridulce que aparecen en cuando imaginamos lo que podría haber sido. No estamos ante un título que presente defectos especialmente graves, pero tampoco que destaque por nada en especial.

Tokyo RPG Factory ha desarrollado tres JRPG en poco menos de cuatro años. Tal vez necesiten aminorar el ritmo de producción y plantearse lo que realmente pretenden transmitir en su próximo proyecto. Oninaki no es mal juego, ni mucho menos, pero tampoco es lo que un "pájaro viejo" del género espera después de lo visto en los dos primeros trabajos de un estudio en el que hay talento, pero que todavía tiene pendiente explotar sus propias posibilidades.

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