Análisis de Toki - El regreso de un clásico instantáneo

Análisis de Toki - El regreso de un clásico instantáneo

Resulta innegable que estamos atravesando una época en la que los regresos están de moda. Poco importa si se trata de una remasterización, remake o reboot; lo único a tener en cuenta es el nombre de esa leyenda que vuelve muchos —casi treinta en este caso— años después de su nacimiento. Durante los últimos tiempos hemos presenciado retornos muy esperados como los de Crash Bandicoot, Spyro y, próximamente, Sir Daniel Fortesque. Corría el año 1989 cuando TAD Corporation creó un mito llamado Toki, el mono torpón que logró hacerse un hueco en los salones recreativos junto a nombres propios como Altered Beast, Snow Bros, Metal Slug, Ghost'n Goblins, Street Fighter II y otros títulos en los que algunos nos dejamos cientos y cientos de las antiguas pesetas.

Toki: imagen capturada por la redacción de Alfa Beta Juega

Toki era —y es— uno de esos títulos cuya jugabilidad solemos definir como «de dos botones». Y es que, ciertamente, no debemos preocuparnos de nada más que atacar y saltar, amén de movernos y apuntar nuestros proyectiles. Suficiente para crear una experiencia verdaderamente desafiante, de esas en la que si perdemos la vida nos toca volver a empezar. Una y otra vez. O lo que es lo mismo: un videojuego a la antigua usanza, ya que más allá de un apartado visual renovado y muy llamativo, no conviene olvidar que seguimos estando ante el mismo juego de 1989. Vuelve un mito que parecía destinado a quedar atrapado en el pasado, ya que el anuncio de este remake tuvo lugar hace más de una década y estaba pensado para llegar al bazar de Xbox 360 y poco más volvimos a saber de él. Varios años después, sus responsables anunciaron una campaña de financiación para seguir adelante, pero tampoco tuvieron demasiada suerte. Finalmente, el año pasado y gracias a Microïds, el proyecto salió adelante y ahora es una realidad que llega a PlayStation 4 después de su paso por Nintendo Switch.

Toki: imagen capturada por la redacción de Alfa Beta Juega

Jugabilidad a prueba de bombas

La industria del videojuego ha cambiado mucho durante el Siglo XXI, y con ella, nosotros. Es por eso que más de uno se sorprenderá al comprobar cómo de efectivo puede ser algo tan sencillo. Comprender lo que propone Toki es muy fácil: recorrer un nivel matando a todo lo que se mueva y alcanzar la meta en la que espera un temible jefe final. Por el camino, un sinfín de saltos ajustados, enemigos con muy mala uva y algún que otro power-up que nos permite modificar nuestros proyectiles, la única defensa de la que disponemos. Al más puro estilo Metal Slug, encontrar variantes de los mismos nos ayuda mucho a la hora de obtener el éxito en cada nivel, ya que los disparos simples, a pesar de que podemos orientar su dirección, no tienen nada que ver con los que podemos encontrar (bidireccionales, triples, en llamarada...).

Como decimos, resulta muy sencillo aprender a jugar a Toki. Sin embargo, llegar a dominarlo requiere de gran esfuerzo y mucha paciencia, ya que se trata de una propuesta muy exigente... hasta que logramos memorizar cada patrón de movimiento y nos acostumbramos a lidiar con el factor sorpresa de cada trampa o enemigo. En este sentido, se echa en falta la inclusión de algún modo extra e incluso de un par de niveles nuevos que le habrían sentado como anillo al dedo. Quizás no sea justo pedirle nuevos contenidos a algo que ya conocemos lo que es, pero, sin lugar a dudas, para cualquier jugador de «la vieja guardia», la experiencia dura un suspiro debido a su media docena de niveles. A pesar de todo, lo más lógico debería ser valorar el título que tenemos entre manos tal y como habríamos hecho en la recta final de los ochenta.

Toki: imagen capturada por la redacción de Alfa Beta Juega

Recién salido del taller

El nuevo aspecto visual del juego es, con mucha diferencia, lo más llamativo que encontramos en esta versión de Toki. Salta a la vista rápidamente; la transformación es espectacular y el trabajo en lo que a dirección de arte se refiere es fantástico. Tanto, que la factura del título va más allá de un simple look remozado y nos muestra unas características más cercanas a maravillas como Cuphead —pintado a mano— que a otros videojuegos remasterizados que habitualmente encontramos en el mercado. Escenarios, animaciones de cada personaje, detalles y efectos... Philippe Dessoly, el popular ilustrador y diseñador, ha logrado un resultado maravilloso.

Además, la banda sonora es otro de los apartados que ha sufrido cambios, apostando por mantener la esencia de la recreativa, pero sin renunciar a la inclusión de efectos más propios de los tiempos que corren. Eso sí, una vez más, lamentamos la decisión de no permitirnos alternar entre los apartados audio-visuales del título de 1989 y el de hoy. Esta medida, junto con la de renunciar a modos de juego adicionales —sus creadores no cerraron la puerta a implementar nuevos contenidos en el futuro— termina dando lugar a un conjunto renovado, pero que no ha querido apostar absolutamente nada fuera de su espectacular fachada.

Toki: imagen capturada por la redacción de Alfa Beta Juega

En definitiva: la mejor versión, con cierto sabor amargo

Resulta difícil no asegurar que estamos ante la mejor versión de Toki hasta la fecha; se juega igual que siempre y el renovado y atractivo aspecto le hacen pasar por un videojuego actual. Un clásico instantáneo, capaz de evocar los mejores recuerdos de una época en la que para muchos de nosotros, la única forma de disfrutar de un videojuego así no era otra que gastarnos unas cuantas pesetas en los salones recreativos. No obstante, resulta inexplicable la dejadez con la que se ha tratado el mito en detalles tan interesantes como incluir la versión original, diseños de arte, piezas musicales u otros aspectos que sirvan de homenaje al clásico. Una serie de elementos que habría costado muy poco implementar, pero que, sin duda, habrían brindado una factura mucho más gratificante al título. Pese a todo, la realidad es que, si queremos disfrutar una vez más de Toki, ahora podemos hacerlo mejor que nunca. Una apuesta segura, que puede dejar un sabor amargo por la ausencia de algunos añadidos que habrían hecho las delicias de los más nostálgicos.

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